sábado, 10 de marzo de 2007

Las Cuatro Estaciones.

Había un hombre que tenía cuatro hijos. Él buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente, entonces él envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.

El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.

El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa mas llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.

Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos sólo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.

Les dijo a todos que no deben juzgar a un árbol o a una persona, por sólo ver una de sus temporadas y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser sólo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.

Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.

Moraleja:

  • No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto.
  • No juzgues la vida por sólo una estación difícil.
  • Persevera a través de las dificultades y malas rachas, mejores tiempos seguramente están al llegar.

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  • Nota: Si por tener problemas lo tiras todo por la ventana, te abandonas o bien dejas de luchar, habrás perdido las oportunidades que quizá la vida traía consigo, nunca sabemos si el mañana será mejor o peor, pero desde luego hay que seguir tirando y tirando hacia delante, porque de todo se aprende pero de abandonarlo todo no se aprende nada. Cuando parece que todo está perdido una lucecita brilla a lo lejos, esa lucecita es la que hay que alcanzar y por la hay que seguir.